domingo, 16 de octubre de 2016

Mis memorias



Tras unos meses de descanso motivados por los exámenes, mi trabajo de fin de grado (¡Ya soy ingeniero!) y una búsqueda de trabajo (un parado menos) aquí llega otra entrada del Tecnópata obsoleto. ¿Qué tema tratamos hoy? 

Normalmente se piensa que la memoria RAM es el único factor determinante en la velocidad de un equipo y que cuanto más grande sea la memoria más rápido va a ir. Sin embargo, la realidad dista un poco de esa creencia popular y hoy vamos a explicar por qué, dando un repaso por la arquitectura de los ordenadores a través de los tiempos. Antes de empezar advierto que, al ser un tema complicado, podría resultar un poco más denso que de costumbre.

Al principio de los tiempos eran los sistemas integrados, es decir, chips pensados exclusivamente para una tarea cuyo diseño se correspondía a un propósito específico. Estos chips siguen existiendo, un ejemplo de sistema integrado podría ser el chip que controla los alerones de un avión. En un momento dado, se quiso crear procesadores sin un único propósito y así nacieron los procesadores de propósito general que se usan hoy en día.

En ese avance tan chulo, necesitábamos saber qué iba a hacer el procesador a continuación, es decir, una vez estaba ejecutando queríamos conocer cuál iba a ser su próximo paso, ya que, al ser un procesador de propósito general, podría realizar cualquier tarea. Para esto metieron una pequeña memoria que servía para tener a mano las instrucciones y los datos. Algo así como ir al teatro y coger el panfleto, cuando acaba este acto sabes cuál va después y qué actores entran. Esa memoria, es la memoria RAM. Tras eso, todos los programas se cargaban con unidades de almacenamiento externo (disquetes, normalmente) y cuando quitabas el disquete el programa no estaba instalado, simplemente desaparecía (no, no se podía guardar partida en la mayoría de los juegos). El problema de los disquetes es que eran un coñazo infumable, tenías que tener muchos, MUCHOS, tantos como programas o a veces bastantes más (un ejemplo de su baja capacidad, es que Windows 95 venía en 13 disquetes) así que alguien decidió crear un disco más grande que estuviese en el ordenador y nos permitiese instalar programas. Entonces Dios dijo: “hágase el disco duro” y vio que era bueno.


De este modo nació el disco duro (Hard Drive Disk o HDD). Cada vez que queríamos cargar un programa tenía que transferirse todo el contenido de ese programa desde el HDD a la memoria RAM y para ejecutarlo iba saliendo de la RAM al procesador. Cada una de estas transferencias creaba un cuello de botella y ralentizaba la ejecución, de forma que, aunque los procesadores eran rápidos, no podía suministrárseles información a la velocidad suficiente, igual que cuando vas a un restaurante con hambre, te comes el primero y tienes que esperar a que acaben de cocinar el segundo.

Llegamos al tiempo actual donde, para paliar los cuellos de botella, se creó una compleja jerarquía de memoria (poco a poco, no de golpe) de forma que, cuando queremos un dato, se copia de arriba hacia abajo en el esquema de memoria. El truco está en que cada paso copia trozos más pequeños. Usando esta técnica, si tienes que buscar un dato, es más fácil buscarlo en los niveles inferiores. Otro truquito es que cuanto más cerca del procesador estás, más rápidas son tus transferencias, de forma que los registros transfieren de forma instantánea y una transferencia grande con disco duro puede tardar varios segundos.

¿Qué hace entonces que el ordenador sea más rápido? La respuesta a esa pregunta no es fácil, figura retórica subrayada, pues pasa por muchos puntos. Ya hemos visto que el tamaño de la memoria sólo es la cantidad de información que puede almacenar proveniente del disco duro. Está bien, cederé un poco al decir que una memoria muy pequeña ralentizará el ordenador, pero muchísimo espacio (digamos 32 GB) no van a dar una ventaja, porque símplemente tendremos más datos cargados, pero habrá que transferirlos también a las memorias inferiores. Por ello habría que tener en cuenta unas consideraciones:

Lo primero es la frecuencia a la que opera la memoria. A mayor frecuencia, mayor tasa de transferencia. Podemos continuar con el tiempo de acceso a datos, que es la medida más fiable. Seguiremos pensando en la cantidad de memoria caché que tenga el procesador (sí, el procesador tiene memoria) y para acabar, otro dato importante es la velocidad de lectura/escritura del disco duro, que es el muro más alto que tendremos que saltar. Por ello en los últimos tiempos se han creado discos duros híbridos (tienen una pequeña memoria caché de 8-10 GB) y los rapidísimos discos duros SSD, que son más parecidos a un pen drive que a un disco duro. De hecho, ya no tienen “disco” dentro, sólo chips. Estos discos aceleran una barbaridad el mayor cuello de botella de nuestro ordenador, el producido entre disco duro y memoria RAM. 

Así que termino con este secreto a voces de la informática: hasta ahora, ¿Qué hace un informático si la transferencia del hardware resulta muy lenta? Introducir un paso adicional. ¿Parece muy descabellado?

jueves, 7 de abril de 2016

Desproporcionadamente bueno




Dice un viejo refrán: "burro grande, ande o no ande" y en nuestra amada España es cierto más que en ningún otro sitio. En este país tenemos un problema y no es un problema trivial: todo el mundo quiere lo mejor y más caro, independientemente del uso que le vaya a dar.

Iphone de diamantes, fuente de la imagen vakeourbano
Iphone 6 valorado en 3,5 millones de dólares
En toda empresa que se precie, antes de realizar un gasto o una inversión, el encargado se dedica, aunque sea unos minutos, a calcular si se necesita el bien a comprar y si el impacto económico es asumible. Esto funciona a nivel empresarial, pero, a nivel personal, nos dejamos llevar por el corazón latino (de sangre caliente, pegado a tu piel) y nos masturbamos metafísicamente con la compra más cara posible, aunque quizá sea “demasiado” para nosotros. –“¿Cómo que demasiado? ¿Osas afirmar, oh Ismael, que no soy lo bastante bueno para los objetos que compro?” – Cálmate, voz con acento inglés que habla en mi cabeza, cuando digo demasiado no quiero decir demasiado bueno para ti, quiero decir que eres un comprador descerebrado que decide a lo loco, como si un precio mayor garantizase que tu compra es lo que necesitas.

Ahora, si no eres tan descerebrado como para haber parado de leer, voy a poner uno de esos ejemplos exagerados que me gustan tanto y que explican mi punto de vista: Esta noche estás solo en casa y quieres cenar filete, así que vas a la carnicería. Te atiende un simpático mozo y te ofrece una selecta variedad de carne entre la que escoges gustoso y relamiéndote tu pieza favorita. “¿Cuánto le pongo?” te pregunta el carnicero, a lo que respondes “7 kilos y medio, que no quiero pasar hambre”. Quizá esa cantidad de carne sea adecuada para una barbacoa en familia, pero no para la cena de una persona normal. Esto mismo pasa con los ordenadores, tablets o, en especial, con los smartphones. En España, Pepe el callista, (sí, callista es una profesión) tiene un teléfono móvil que cuesta 700€ y que usa fundamentalmente para Whatsapp y Eufrasio (le pongo nombre rústico para que os lo imaginéis mayor) el fontanero tiene un ordenador de 1199,95€ (comprado en rebajas) que utiliza, a grandes rasgos, para navegar por internet y buscar fotos de mozas ligeras de ropa que estén de buen ver.

Todo este despilfarro salvaje habitualmente viene de la mano y dando palmas con la afirmación: “es mejor comprarse un ordenador bueno a que se te quede anticuado en 2 años”, y esto es FALSO (al menos parcialmente falso). Sí, la informática avanza muy rápido y la ya comentada ley de Moore (¡primera autorreferencia!) hasta ahora ha sido impepinable, pero nuestras necesidades se han mantenido bastante estables. Desde finales de 2003, cuando la gente utilizaba Windows XP, salvando unas pocas excepciones (y muchos videojuegos en mi caso) tenemos esencialmente los mismos programas en el ordenador, a saber: un navegador web, un programa de ofimática y un reproductor de vídeo/audio (y quiero que conste que Spotify funciona en Windows XP). Por poner un ejemplo, tengo en casa aún un portátil con más de 10 años que todavía da la talla como un campeón invencible, reproduce vídeo, navega y hace todas esas cosas para las que os venden equipos de 700€, no os preocupéis, a mí también me engañan y yo me dejo, aunque no sin quejarme.

Para escapar de la espiral de escritura de hoy me marcharé dando un consejo: la próxima vez que tengáis que comprar un aparato no os dejéis llevar por la evolución de la tecnología (nunca vais a saber lo que va a salir al mercado) o por el vendedor de media markt que te ofrece “el mejor equipo del mercado”. Pensad en vuestras necesidades, comparad precios, preguntad a alguien que sepa del tema y que tenga dos dedos de frente (que cuando le digáis que os ayude a buscar un equipo os pregunte: “¿Para qué lo vas a utilizar?”) y, en resumen, usad el sentido común.

Por último, acabaré como siempre con una pregunta:
¿Por qué cambiamos más de ordenador que de necesidades?

jueves, 31 de marzo de 2016

Life is Strange



Cuando abrí este blog me planteé que sería un espacio sobre la informática que intentaría no incluir videojuegos, libros, cómics o todas esas cosas, pero como decía el archidiácono en el jorobado de Notre Dame, “tú podrás engañarte a ti mismo…” y es que la cabra siempre tira hacia el monte. En realidad esta entrada no deja de ser un acercamiento de mi vida al público en general y no puedo dejar de admitir que las historias que consumimos, cuando son buenas, nos marcan.
Captura propia carente de spoilers

Tras esta intro justificándome, me resarciré hablando del último juego que he terminado hará escasa media hora y voy a intentar que aquellos que no visitan la tierra de los videojuegos a menudo se planteen una incursión fugaz a esta maravillosa industria de entretenimiento interactivo. ¿Por qué Life is Strange? Este año me he pasado juegos como Metal Gear Solid V, el maravilloso y ya clásico Grim Fandango o el recientemente estrenado niño mimado de Beteshda: Fallout 4, pero sin embargo, vengo a hablar del más desconocido de todos (relativamente desconocido, no nos volvamos locos) y es porque su formato es el más adaptado a las audiencias no acostumbradas a agarrar un mando (o ratón y teclado) y ponerse a jugar.

Life is strange es un juego pero a la vez no lo es, es una película interactiva, un entramado de historias que se entretejen modelando quien eres. Este juego te pone a controlar a Maxine Caulfield, una moza de 18 años que estudia para fotógrafa (¿quién dijo paro?) en una escuela en su ciudad natal, Arcadia Bay. Lo especial de esta joven es que descubre (a los 10 minutos de empezar el juego, no creáis que estoy spoileando) que puede rebobinar el tiempo de forma limitada. Si bien hasta ahora quizá no os llame el argumento o quizá que no os interese lanzaros a manejar a una chica con problemas de adolescente, que los tiene, os ruego que le deis una oportunidad. 

El juego se divide en 5 episodios cada uno de los cuales durará cerca de 3-4 horas. Es uno de esos juegos que te permite escoger qué decir y qué hacer de forma que al final, la historia es única para cada lote de decisiones. Sin ir más lejos, mi amantísima señora (AKA: mi novia) lo terminó antes que yo y ambos vivimos escenas completamente distintas, con personajes que desaparecían por culpa de nuestras decisiones. La narración (que no el punto de vista de la cámara) ocurre en primera persona y es tan característica y tiene tanta personalidad que al final no te queda más remedio que creerte una chica de 18 años que quiere mejorar el mundo. 

Otro punto positivo son sus personajes porque no son los clásicos monocromáticos y aburridos. Se les dota de capas, intereses, objetivos y rasgos que convierten a casi todos en memorables, les transforma en personas que viven y sienten. No termina aquí la cosa pues la historia está entrehilada (y te comes cada cipotazo argumental que da gusto) penetrándote el cerebro con cambios temporales, trasteando con teorías físicas de forma que no puedes evitar querer jugar al siguiente, siendo el capítulo 1 el único que termina de la forma más floja, sin pena ni gloria.

Aquellos que busquéis una jugabilidad desenfrenada y un gameplay frenético abandonad el barco, no es para vosotros porque este es un juego relajado, adulto y pausado, te sitúa en tesituras complicadas (en muchas decisiones me ha dejado tostado, analizando los pros, contras y posibles repercusiones de los actos de Max) y te pone en conversaciones que no tienen ese punto de autocomplacencia que tanto se lleva ahora y, en lugar de decirte lo que quieres oír, esta pieza te deja en un lugar incómodo y realista, vapulea tus sueños y esperanzas y te zarandea el corazón obligándote a escoger el menor de dos males, cuando ambas opciones son descorazonadoras.

Life is Strange de DontNod Entertainment es un juego ABSOLUTA Y SALVAJEMENTE INMERSIVO. Notad que no abuso de las mayúsculas (sólo de los paréntesis). La simple escena de un viaje en autobús con la música adecuada se convierte en una experiencia mágica que te introduce en Arcadia Bay, en el cuerpo de la joven Caulfield y consigue que se te parta el alma a cada decisión que ha de tomar. Para acompañar todo esto, la banda sonora es perfecta y está magistralmente integrada. Su único punto más flojo está en el apartado gráfico, aunque no solo de gráficos vive un gamer. En lo visual podemos tacharlo de aceptable sin hacer grandes aspavientos con los brazos (u otras zonas del cuerpo) y pasar a otro tema. Para finalizar, quiero recomendar que disfrutéis de un título que, a todas luces, es una obra de arte. Y concluyo con una pregunta: 
¿Cuál es el mejor juego que habéis jugado?