jueves, 7 de abril de 2016

Desproporcionadamente bueno




Dice un viejo refrán: "burro grande, ande o no ande" y en nuestra amada España es cierto más que en ningún otro sitio. En este país tenemos un problema y no es un problema trivial: todo el mundo quiere lo mejor y más caro, independientemente del uso que le vaya a dar.

Iphone de diamantes, fuente de la imagen vakeourbano
Iphone 6 valorado en 3,5 millones de dólares
En toda empresa que se precie, antes de realizar un gasto o una inversión, el encargado se dedica, aunque sea unos minutos, a calcular si se necesita el bien a comprar y si el impacto económico es asumible. Esto funciona a nivel empresarial, pero, a nivel personal, nos dejamos llevar por el corazón latino (de sangre caliente, pegado a tu piel) y nos masturbamos metafísicamente con la compra más cara posible, aunque quizá sea “demasiado” para nosotros. –“¿Cómo que demasiado? ¿Osas afirmar, oh Ismael, que no soy lo bastante bueno para los objetos que compro?” – Cálmate, voz con acento inglés que habla en mi cabeza, cuando digo demasiado no quiero decir demasiado bueno para ti, quiero decir que eres un comprador descerebrado que decide a lo loco, como si un precio mayor garantizase que tu compra es lo que necesitas.

Ahora, si no eres tan descerebrado como para haber parado de leer, voy a poner uno de esos ejemplos exagerados que me gustan tanto y que explican mi punto de vista: Esta noche estás solo en casa y quieres cenar filete, así que vas a la carnicería. Te atiende un simpático mozo y te ofrece una selecta variedad de carne entre la que escoges gustoso y relamiéndote tu pieza favorita. “¿Cuánto le pongo?” te pregunta el carnicero, a lo que respondes “7 kilos y medio, que no quiero pasar hambre”. Quizá esa cantidad de carne sea adecuada para una barbacoa en familia, pero no para la cena de una persona normal. Esto mismo pasa con los ordenadores, tablets o, en especial, con los smartphones. En España, Pepe el callista, (sí, callista es una profesión) tiene un teléfono móvil que cuesta 700€ y que usa fundamentalmente para Whatsapp y Eufrasio (le pongo nombre rústico para que os lo imaginéis mayor) el fontanero tiene un ordenador de 1199,95€ (comprado en rebajas) que utiliza, a grandes rasgos, para navegar por internet y buscar fotos de mozas ligeras de ropa que estén de buen ver.

Todo este despilfarro salvaje habitualmente viene de la mano y dando palmas con la afirmación: “es mejor comprarse un ordenador bueno a que se te quede anticuado en 2 años”, y esto es FALSO (al menos parcialmente falso). Sí, la informática avanza muy rápido y la ya comentada ley de Moore (¡primera autorreferencia!) hasta ahora ha sido impepinable, pero nuestras necesidades se han mantenido bastante estables. Desde finales de 2003, cuando la gente utilizaba Windows XP, salvando unas pocas excepciones (y muchos videojuegos en mi caso) tenemos esencialmente los mismos programas en el ordenador, a saber: un navegador web, un programa de ofimática y un reproductor de vídeo/audio (y quiero que conste que Spotify funciona en Windows XP). Por poner un ejemplo, tengo en casa aún un portátil con más de 10 años que todavía da la talla como un campeón invencible, reproduce vídeo, navega y hace todas esas cosas para las que os venden equipos de 700€, no os preocupéis, a mí también me engañan y yo me dejo, aunque no sin quejarme.

Para escapar de la espiral de escritura de hoy me marcharé dando un consejo: la próxima vez que tengáis que comprar un aparato no os dejéis llevar por la evolución de la tecnología (nunca vais a saber lo que va a salir al mercado) o por el vendedor de media markt que te ofrece “el mejor equipo del mercado”. Pensad en vuestras necesidades, comparad precios, preguntad a alguien que sepa del tema y que tenga dos dedos de frente (que cuando le digáis que os ayude a buscar un equipo os pregunte: “¿Para qué lo vas a utilizar?”) y, en resumen, usad el sentido común.

Por último, acabaré como siempre con una pregunta:
¿Por qué cambiamos más de ordenador que de necesidades?